martes


«Las sábanas rezuman otras vidas y otros cuerpos mientras el amanecer trae nueva jornada de adicción y desvelo.» 

Todavía su mente guardaba esos versos que le recordaban su pasado de vivir al límite, de jugar con ángeles y demonios, de sobrevivir entre sobrevivientes, de compartir con aquellos habitantes de los bajos fondos atrapados entre bar y mar.
Días de encierro e introversión habían sido causados por verse enfrentado a los ruidos y trajines de la fiesta gitana que se sucedía a metros de su morada, había pasado días sin comer para no verse involucrado en la celebración al ir a comprar víveres. Una noche de jolgorio y pasión en el campamento pensó en intervenir armado de pirómanos impulsos, pero estaba muy agotado de enemistarse con otros y de convivir con sus instintos antisociales. 
Algunos días de abstinencia. Sobre el viejo sofá de la abandonada casona estaban las huellas de sus tormentosos recuerdos: tres botellas de licor a medio consumir y una aguja que aún guardaba una gota de sangre negra.
Comenzó a enlazar sus recientes vivencias gracias a los efectos de la droga que recorría sus venas. Una joven gitana que lo visitó y sin aviso previo lo sedujo detrás de las cortinas del caserón, volvió a abrir la Caja de Pandora de existir... Esa otra gitana que lo invitó a penetrarla mietras ella bebía desde otra hembra el néctar del pecado, todavía lo tenía excitado por lo inesperada en que se había transformado la escena y el deseo cercenado de conocer el placer desde la gitana que no conocía compañero sexual, y que solamente otra hembra podía satisfacer sus pulsiones.
Pero lo que más había reactivado su carne y deseo, era el reciente affaire con esa bella corredora de propiedades que lo había visitado y estimulado bajo los signos que siempre deseaba en su búsqueda de amante.
"Entre perversos, nos miramos, nos olemos y nos reconocemos inmediatamente..." había sido la única frase que se había escapado de su boca, habiendo reprimido su compulsión a hablar durante el acto sexual, terminado haciéndolo sobre la alfombra, para luego volver a su soledad y a un estado cuasi sociópata de insomnio.
Fue por ello que en los días siguientes, cuando la chica regresó en busca de lograr que vendiera la propiedad heredada, ya estaba preparado para recibirla y poseerla a su manera.
Después de unos días, llegó temprano en la mañana y sin mediar palabra entre ellos, la hizo pasar a la abandonada biblioteca familiar, la desnudó completa, acarició cada rincón de piel, la auscultó desde el cabello a los pies y volvío a colocarle las botas de tacón alto con las cuales había llegado a su puerta. Para él era una delicia una mujer desnuda con tacones dispuesta a su juego morboso, a su Ruleta Rusa de placer... buscó entre los libros el único recuerdo conservado de la primera mujer de su vida: un antifaz negro, con el que cubrío el rostro de su nueva amante y que contrastaba con el albo color de su piel. Para él, ella era una desconocida a quién había espiado -recién regresado- y observado desde las sombras ser poseída por un ardiente gitano a la orilla del río una noche de insomnio en que había salido a fumar a la calle para invocar el sueño.
Tomó firmemente de sus manos y le dijo: "Ahora ya no me importa quien eres, serás quien yo quiero que seas, no hables, porque te transformaré en mis recuerdos, en mis obsesiones, en la mujer que marcó mi existencia y nunca pude olvidar...", acto seguido vendó sus ojos, la tomó firmemente del cabello, la acomodó en el suelo para penetrarla desde atrás, soltó un par de nalgadas que la hicieron gemir silenciosamente y le dijo: "Ahora me describirás en detalle cómo lo hiciste con el maldito gitano que luego apareció muerto misteriosamente en el río... comienza contando como te cogió, perra".