viernes

Susana sabía que la presencia de Nicolás acarreaba tempestades y que, en el fondo, a pesar de esa aparente complicidad, Emilio no lo quería de nuevo en sus vidas. Ella lo comprendía y prefería evadir el hecho cierto que algún día fuera su pretendiente. Emilio no sólo le había arrebatado una mujer, sino que también, en alguna medida, eclipsado su talento. En algún momento la ciudad bohemia se había rendido ante el talentoso trompetista sin reparar en las capacidades de ese otro joven heroinómano poseedor de un elegante pizzicato que incendiaba la noche desde las cuatro cuerdas de un viejo contrabajo.
Nicolás sufría cada día de ser testigo del maltrato sicológico que Emilio ejercia sobre Susana. La acosaba burdamente y la humillaba por su condición de prostituta y sin embargo disponía de su dinero cual proxeneta profesional. El Poeta Maldito amaba al creador y genial intérprete sobre el escenario, pero odiaba al rudo amante de Susana y fantaseaba con liberarla de su dominio.
Ese jueves en la noche, el Club no abrió sus puertas por el impactante duelo que afectaba al dueño de ese tradicional local nocturno. Su hija había aparecido la noche anterior desnuda y estrangulada en la habitación de un motel, la única puerta no estaba forzada y, a pesar de algunos signos de violencia corporal, la policía estimaba que no se trataba simplemente de una violación sexual. El cuerpo de la chica presentaba signos de intoxicación alcohólica y -en su nariz y ano- restos de cocaína. Había sido una sesión de sexo extremo que había tenido como resultado la muerte por asfixia de aquella joven mujer. Se sospechaba no solamente de la participación de un individuo joven, sino de dos o tres, no descartándose la participación de otra mujer la noche de la tragedia, ya que el motel era frecuentado por prostitutas y dominatrices con inclinaciones lésbicas. Una hipótesis era que la víctima había sido adicta a la Hipoxia Erótica, conducta pervertida que de tanto en tanto terminaba con la vida de algún ser en medio de su particular búsqueda de placer, especialmente en época de primavera.


En el departamento, los dos músicos se emborracharon con un par de botellas de ron y luego se inyectaron la dosis diaria de heroína, a pesar de que no subirían al escenario durante a lo menos un par de jornadas. Luego se recostaron sobre la cama (la única que había en aquel lugar) mientras divagaban sobre el último fraseo de la noche anterior y, a pesar de lo taciturnos y extrañamente ensimismados que ambos se encontraban aquella noche, recordaron las fuertes disputas que había provocado en ellos la llegada a sus vidas de “Sussy”, nombre con que era conocida en el ambiente aquella prostituta premium de gustos refinados y conducta bisexual, que conquistó a ambos la noche que la conocieron en el “Blue Blues” en medio de una jam session memorable, cuando ellos eran cara y cruz de la misma moneda dionisíaca. 
Emilio sabía que Nicolás Poeta Maldito -ni siquiera como un cliente más- nunca había llegado a poseerla, y hacía gala morbosa ante él de ser el único dueño del culo de Susana, que el sexo anal estaba vedado para clientes y que para él era su exclusividad de amante permanente, disfrutando sodomizarla luego de que llegaba de prostituirse. A Nicolás le pareció repulsivo el tema sólo por tratarse de ella y le incomodó reparar que su "Heroína del Puerto" (como solía llamarle en la intimidad) andaba en ese momento en sus actividades de lupanar, mientras ellos se drogaban gracias a su dinero.
Ella regresó más temprano que de costumbre -a eso de las tres o cuatro de la mañana- agotada y con rostro de evidente preocupación. La investigación por la muerte de la hija del dueño del "Blue Blues" aportaba otra cuota de stress a su trabajo y el acoso policial a prostitutas y travestis se había visto intensificado, ya que constituían la mayor fuente de información para aclarar este hecho de sangre que había causado conmoción y el cuestionamiento público a los estamentos de seguridad ciudadana. 
Susana venía desde un elegante hotel. Esa era su noche financiada por un solo cliente: una acomodada mujer que no pagaba por sexo, sino por ser cruelmente sometida, escondiendo bajo ese juego de dominación aquellos impulsos lésbicos que ocultaba en el día a día de sostener un matrimonio convencional. El servicio consistía en que la "Sra. Susana" (así era como debía referirse a Sussy durante la sesión) enfundada en látex y con actitud policial simulaba capturar a la mujer y luego de convertirla en algo así como su sirvienta o esclava, la castigaba corporalmente por no implementar correctamente sus órdenes. Si bien finalmente lo disfrutaba, para Susana era un trabajo mucho más agotador que tener sexo con varios hombres en una noche, pero aquel esfuerzo semanal era muy bien recompensado por la masoquista clienta. 
Al llegar al departamento, lo primero que vio fue aquellos decadentes drogadictos recostados sobre la cama, observando alucinados como se descascaraba la pintura del techo. Se acomodó silenciosamente entre ellos buscando la tibieza de sus ebrios cuerpos. Nicolás se incomodó al observar como Emilio la tocaba y olía en busca de huellas de otro hombre, auscultación que excitaba su morbo.
Después de una broma de mal gusto sobre Susana y sus clientes, Emilio lanzó un desafío que sonó como un puñal directo al orgullo de Nicolás. “Si fueras un músico de verdad y ganaras dinero como tal, podrías pagarle a ésta puta y saciarte las ganas que le tienes, que siempre le has tenido, perro pordiosero”, le dijo casi gritando y con un brillo enrojecido inundando sus ojos.
Luego comenzó a desnudarla bruscamente ante la voyerista mirada de Nicolás. Mientras ella temblaba de pánico de saber lo que le esperaba, el Poeta Maldito recordó el día en que tuvo sexo con Ayanay y luego escapó del lugar al ver su cuerpo desplomarse inerte sobre el suelo. En ese momento, y sin mediar palabra ni gesto, Emilio soltó una bofetada que dió de lleno en el rostro de la mujer. Un silencioso Nicolás esperaba excitado lo que vendría.