domingo

Ella sabía que ese día el destino haría un nuevo movimiento, una nueva jugada, con esos presentimientos que sentía en la piel por la herencia gitana que corría por sus venas, lo sintió en su sexo desde el momento en que abrió los ojos al recordar que se encontraría con Nicolás y ese estremecimiento no se apartó de ella durante toda la jornada, ni mientras trabajaba, ni cuando se metió a la ducha para intentar dejar de pensar, así que decidió que si no podía apartar de su destino a Nicolás, lo único que podía hacer era dejarse llevar por esa fuerza que le impedía pensar en otra cosa, desear otro cuerpo que no fuese el de el, aunque ella tenía la certeza que era un camino sin retorno y que no podría arrepentirse, ni escapar.


Se dio un baño despacio, dejando que el agua corriera por su cuerpo, se acarició suavemente recordando la primera vez en que se encontró frente a él en la casona y se vio a si misma sobre el cuerpo de ese hombre, apenas respirando, entregándose sin dudar a ese desconocido, se miró al espejo y percibió que en su reflejo algo pasaba, el brillo de sus ojos había desaparecido y un escalofrío recorrió su espalda, pero ella solo cerró los ojos y resolvió vestirse para el nuevo encuentro. 
Lentamente eligió la ropa para la ocasión y se decidió por ropa interior de color rojo, el color de la lujuria, intenso, excitante y sobre esta, el negro absoluto hacía la perfecta combinación para lo que estaba por venir.
No hubo muchas palabras, no eran necesarias, solo deseaba dejarse dominar, así de simple y absoluto, a pesar del miedo y el vacío que veía en esos ojos negros dominadores.
Se dejo desnudar de inmediato, sin darle tiempo a su mente para asimilar lo que su cuerpo pedía, húmeda, jadeante, ciega frente al mundo, esclava y por primera vez completamente sumisa. Ella pedía cadenas, solo por una vez, para dejar de pensar en esa sombra que la perseguía, solo para descubrir que tan perversa podía llegar a ser sin sentir culpa, solo deseo, dejarse llevar, dejarse amarrar por otro que no es quien ella buscaba, pero que ahora jugaba con ella, moviendo los hilos con fría inteligencia y que aparecía en sus noches insomnes desde esa vez en la casona, cuando el exigió saber como ella abría sus piernas para el gitano muerto y ella no dejaba de acariciarse pensando en el próximo encuentro. Se imagina atada, sin movimiento, dejándose someter por ese que no era gitano, el errante, el perverso, pero que le recordaba a Jesús, el gitano muerto, su amante.
Mientras Nicolás la embestía cada vez mas profundo y esas manos ásperas marcaban su piel a fuego lento, sintió que no era capaz de seguir, pero tampoco tenia fuerzas para escapar a su destino ni a su sádico dominador.
Por fin después de todo un día de dudas, ella al ver el fondo de los ojos de Nicolás, supo cual era el giro que el destino tenía sentenciado para ella y se dejó hacer. Primero los dedos de el en su boca, mojados por su saliva, luego el cinturón en su cuello, segundo y definitivo paso hacia el abismo, gimiendo apenas, dejándose penetrar cada vez mas violentamente. En un momento ella intentó escapar, soltarse de ese carcelero que la esclavizaba y sometía a sus anchas, pero ya no era capaz de correr, su cuerpo no respondía, ya no sentía placer, ni dolor, solo una envolvente oscuridad en la que finalmente se ahogó, mientras muy lejanos aún se sentían los sonidos del campamento y los gemidos de Nicolás.